El RAV (Replacement Asset Value) representa el valor estimado para reemplazar un activo por otro de igual o mayor funcionalidad. Esta métrica ayuda a decidir cuándo conviene reparar o reemplazar un activo, y es clave para entender la salud financiera de la planta.
Variables que influyen en el RAV
Complejidad del activo: Activos más tecnológicos implican mayores costos.
Edad del activo: Su condición y desgaste modifican el valor de reposición.
Factores externos: Inflación, precios de mercado y disponibilidad afectan el cálculo.
Depreciación: Refleja la pérdida de valor por uso, tiempo u obsolescencia.
Métodos comunes de depreciación:
Lineal: mismo valor cada año.
Reducción porcentual: mayor al inicio, menor al final.
Por uso: depende de horas trabajadas o unidades producidas.
Cómo se relaciona el RAV con el mantenimiento
El costo de mantenimiento anual en relación al RAV (expresado en RAV%) es un KPI que indica si se está invirtiendo en exceso o de forma eficiente.
RAV% > 3%: Mantenimiento por encima del promedio industrial.
RAV% ≈ 2%: Buenas prácticas.
RAV% ≈ 1%: Nivel de excelencia.
Un RAV% alto puede significar:
Mantenimiento excesivo (alta eficiencia, baja efectividad).
Bajo rendimiento del activo (baja confiabilidad, altos costos de emergencia).
Fórmula para calcular RAV%
RAV% = (Costo anual de mantenimiento / Valor de reposición del activo) x 100
Ejemplo:
Costo anual de mantenimiento: $100.000
Valor de reposición: $2.500.000
RAV% = (100.000 / 2.500.000) x 100 = 4%
Este valor indica que el activo está gastando por encima del estándar recomendado.
Consideraciones por tipo de activo
No todos los activos deben medirse igual:
Activos productivos: Mayor desgaste, mayor frecuencia de mantenimiento.
Activos estáticos: Menor deterioro, menor RAV% esperado.
Separar el RAV% por categoría permite un análisis más preciso y decisiones más acertadas.
El rol de los sistemas EAM en el control del RAV
Un sistema de gestión de activos (EAM) permite:
Visualizar la depreciación en tiempo real.
Optimizar rutinas de mantenimiento.
Prevenir fallas y paradas inesperadas.
Documentar costos para calcular el RAV con mayor precisión.
Entender el RAV y su relación con el mantenimiento permite anticipar decisiones críticas sobre reemplazos, optimizar costos y mejorar la disponibilidad operativa.
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